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Proceso de Creación y Virtudes Terapéuticas del Mandala 

Pintar mandalas es una actividad sencilla pero sumamente potente y transformadora. Eso se debe en gran parte al propio proceso de creación del mandala.

 

Cuando yo pintaba un paisaje, un bodegón, una figura, etc., yo ya sabía lo que iba a salir desde un principio. El mandala, en cambio, te permite es crear constantemente. Con cada pieza, con cada línea, estás creando de cero.

 

Pintar un mandala es un proceso creativo puro y espontáneo Cuando empiezo nunca sé lo que va a salir. Y eso es lo que me gusta. La aventura de averiguar que va a surgir de ese momento. Como si el mandala se hiciese solo, como si yo fuese sólo la mano o la herramienta. Empezar desde el centro e ir haciendo, haciendo, haciendo, y de golpe encontrarte con la obra acabada y decir... uaaah!

 

Pintar mandalas es una meditación activa. Porque no estás pensando, estás creando y te dejas llevar. Cuando pintamos o contemplamos un mandala nuestro hemisferio racional se apaga y se enciende el hemisferio derecho o intuitivo.

 

Por lo tanto la principal regla en la creación de un mandala es dejarse fluir. Dejar fluir la imaginación, la creatividad, las energías, actuar de forma libre e intuitiva.

 

La libertad en la creación se extiende a los materiales: piedras, arena, tizas de colores, acuarelas, acrílicos, en maderas, hojas, metales, etc.

 

Durante la creación es imprescindible estar en contacto con nuestro interior y escuchar atentamente la información que de allí nos llega.

 

Mas allá de las capacidades artísticas que cada uno posea, es cuestión de sinceridad, de aceptación, de crear con las bases puestas en el amor y el bienestar buscado. De esta forma el resultado será un sincero reflejo de nosotros mismos.

 

El alma se expresa a través de los mandalas. Ellos hablan su mismo lenguaje. Son una vía directa de expresión del mundo interior.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

El mandala es el reflejo de uno mismo. Cuando uno pinta un mandala, puede ver como está, la parte anímica, la parte emocional. Y hay vas descubriendo muchas cosas de ti mismo, que ni te imaginabas.

 

Yo misma he tenido distintas fases en mi vida que se han ido reflejando en mis creaciones. Se diría que se puede seguir mi evolución personal a través de mis obras.

 

Uno de los padres de la psicología, Carl Jung, utilizo los mandalas en terapias psiquiátricas con el objetivo de alcanzar la búsqueda individual de cada uno de sus pacientes.

 

Jung elaboró una teoría sobre la estructura de la psiquis humana, sosteniendo que los mandalas representan la totalidad de la mente abarcando tanto el consciente como el inconsciente.

 

Según la psicología, los mandalas representan al ser humano. Interactuar con ellos es un poderoso instrumento para sanar las fragmentaciones psíquicas y espirituales, ayuda a manifestar la creatividad y a reconectarnos con nuestro ser esencial.

 

Crear mandalas e interactuar con ellos, ya sea a través de la meditación o con la simple observación, abre puertas hasta el momento desconocidas, dejando que brote de forma libre y natural la sabiduría interior.

 

Psicológicamente la forma en que se dibuja y/o pinta un mandala tiene un simbolismo especifico. Así, cuando se comienza desde el centro hacia fuera se hace presente una exteriorización de las emociones mientras que, de afuera hacia dentro, es la búsqueda del propio centro y la asimilación del conocimiento, la que se hace presente.

 

La creación de mandalas es una meditación activa que nos conecta con nuestra propia esencia, permitiéndonos expandir la conciencia y mejorar la comunicación con el mundo.

 

Su minucioso trabajo desarrolla la paciencia y la constancia de una manera progresiva y segura, despertando los sentidos, mostrándonos aspectos propios hasta el momento desconocidos... a medida que se avanza en la creación o meditación sobre un mandala, se comienza a escuchar la voz de nuestra intuición, desarrollamos de esta forma, la capacidad de curarnos física y psíquicamente, desarrollamos la auto aceptación y la auto observación de una manera natural e intuitiva.

 

Quien realiza o medita sobre un mandala, emprende un viaje en el cual descubre que cada parte del mandala forma parte de un todo, que cada parte del universo forma parte de uno mismo, descubriendo de esta forma una integración, un equilibrio unificador.

 

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